A los ojos de Dios toda criatura tiene el mismo e inestimable valor; pero para nosotros los seres humanos, por mucho que nos esforcemos, es más triste y doloroso cuando una persona que conocimos, a quien apreciamos, nos es arrebatada. El P. César Antonio Fernández, SDB, a lo largo de los años ha dejado hermosos recuerdos incluso entre los Salesianos de la Sede Central Salesiana y en la redacción de ANS.
El P. Eusebio Muñoz, Delegado del Rector Mayor para la Familia Salesiana, fue uno de los más cercanos amigos y colaboradores del P. Fernández. Nacidos en la misma ciudad, en Pozoblanco, asistieron a la misma escuela secundaria y solo los separaba un año de noviciado. El P. Muñoz fue el primero en constatar su proceso vocacional misionero del P. Fernández, cuando, a principios de los años 80, expresó su deseo de ir a servir a los jóvenes africanos. Unos años más tarde, como inspector, fue siempre el P. Muñoz quien nombró al P. Fernández maestro de novicios en aquella región de África.
“Era un hombre de una bondad excepcional y de gran inteligencia, convencido de su vocación – recuerda el P. Muñoz-, y cuando estudiábamos en la comunidad de Ronda sus compañeros decían que tardaba una semana en hacer lo que se necesitaba un año para ello”.
“Una vez, mientras yo visitaba las comunidades africanas, fuimos detenidos juntos por milicianos que nos amenazaron y atacaron. Pero quiso quedarse allí y me repitió: `No voy a volver a Europa’. Y compartía todo con los jóvenes africanos: dormía en el suelo, bebía el agua de los arroyos… No había manera de cambiarlo, quería dar testimonio a los jóvenes de su donación total”.
El P. Martín Lasarte, del Dicasterio de Misiones, también tuvo la oportunidad de colaborar en varias ocasiones con el P. Fernández, para organizar algunos eventos en la Región de África-Madagascar. “Transmitió el carisma salesiano a los africanos, como maestro de novicios formó a generaciones de salesianos africanos durante 10 años. No es casualidad que la inspectoría de AFO sea autóctona”.
“Era feliz. Su vida se realizaba al servicio de los jóvenes -continúa el P. Lasarte-, el servicio y la disponibilidad eran sus rasgos distintivos. Si le pedíamos traducciones, siempre estaba listo, para organizar, preparar… Ya había dicho que sí a la petición de acompañar el Curso para Misioneros de la 150ª Expedición Misionera, en septiembre próximo”.
En 2011 también concedió una entrevista a la ANS para hablar de las dificultades sociales en Costa de Marfil. En aquella ocasión dio testimonio de su atención concreta a la población necesitada, a los refugiados, a las personas más frágiles… Y también nos habló de su compromiso personal y el de los salesianos para promover el diálogo interreligioso.
“Trabajar con él ha sido una alegría – concluye el P. Muñoz –, y como me han escrito otras personas que lo conocieron, estoy convencido de que también ha perdonado a sus asesinos”.
Como tirocinante me acompañó como guía espiritual en la misión de Abidjan en costa de Marfil. Me ayudó a tener un entendimiento de sacrificio de mi vocación salesiana. Trabajando con los chicos de la calle, me indicaba el camino que hemos de recorrer para llevarles a Jesús. No se cansaba de trabajar, era muy muy sobre y se «enojaba» de los gastos inútiles de comodidades que podemos ofrecernos mientras que en nuestro entorno se encuentren gente que necesita ayuda. Se gastaba para los demás, su vida era el Pan partido, ofrecido. Tenía una pasíon para la Palabra de Dios. Siempre hacía su lectio divina y no leía otra cosa en el tiempo de la meditación . Un día en la capilla, se sorprendió del tiempo que rápido pasó porque contemplaba la Palabra. Era un religioso completo. Trabajaba con los jóvenes, en medio de ellos y exigía el trabajo bien hecho. Aprendí mucho de este «abuelo» con quien viví un año de mi vida salesiana. Su vida ha sido un existir para los demás hasta derramar su sangre por y para ellos. «Vamos» era una de sus palabras favoritas..en efecto, vamos para construir el Reino de Dios, vamos para dar testimonio, vamos para transmitir la alegría de ser discípulos…Vamos hasta la cruz, Vamos hasta el martirio..vamos porque así murió tambien el Maestro : amado por los sencillos y rechazado por los fundamentalistas. César, desde el jardín salesiano donde, cierto nos encontraremos consígueme la gracia en mi caminar misionero. Fidélius-M, Sdb
Que terrible pérdida. Que tristeza profunda. Cuanta falta hace en este mundo violento y convulsionado, hombres de Dios como el Padre Antonio César Fernández. Que brille para el La Luz que no tiene fin.
Conocí a César en el año 1979. Nuestro centro juvenil estaba en Ronda y hablar en cuatro líneas de la singularidad de nuestro amigo es imposible. Yo presidí ese centro durante algún tiempo. Él era tolerante con nuestros pensamientos religiosos. Nos aceptaba como éramos, pero con una sutileza propia solo de un «maestro» y con sus actos cargados de bondad y generosidad, iba dándole forma a cada uno de nosotros y el resultado de todo aquello es el sentido de responsabilidad y amor al mundo que nos rodea.
Con él aprendi yoga, aprendí a meditar, a amar los libros, al ser humano y a la creación.
Anécdotas, muchas. En una ocasión preparamos un teatro y algún chico sintió miedo escénico antes de empezar. Él salía al escenario con su armónica y se ponía a improvisar cualquier cosa mientras los ánimos se calmaban. En otra ocasión, el chico que tenía que actuar rompió una cuerda de la guitarra y él me dijo: «Adriano, ¿tienes un rotulador?. Sí, ¿César que vas a hacer? Dámelo, me dijo. Puso una cara extremadamente seria y se pintó con el rotulador todas las líneas de expresión de la cara y salió así al escenario a hacer mimo. Desde lejos, con lo que se había pintado, parecía que estaba tremendamente serio pero todos sabíamos que por dentro estaba riendo y disfrutando de todos nosotros.
Gracias amigo. Siempre estarás en nuestros corazones.
Yo lo conocí cuando estuvo en Ronda, dándolo también todo por los jóvenes y el Evangelio. Hombre de fe profunda, no impostada y al mismo tiempo de gran humildad. Era el alma del Centro Obrero de esta ciudad donde los que entonces éramos jóvenes teníamos un espacio y unas ocupaciones creativas en las que emplear el tiempo de ocio.¡Qué gran suerte tuvimos! Hoy los jóvenes adolecen de todo eso y… ¡lo necesitan tanto!