Buenas prácticas en Patrimonio

16 junio 2022

Miguel Ángel Fernández

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Cada uno de nosotros puede hacer mucho en el cuidado de nuestro común patrimonio histórico y cultural. Cada elemento que integra este patrimonio es único, y tenemos la responsabilidad de protegerlo y transmitirlo en las mejores condiciones posibles a las generaciones futuras.

El cuidado de cualquier patrimonio resulta más efectivo cuando está programado, es decir, cuando hay un plan de tareas rutinarias y efectivas, que se pueden realizar con facilidad. Junto a las tareas de mantenimiento de los inmuebles o edificios históricos, hay otros cuidados orientados a garantizar la correcta conservación de los bienes muebles (objetos) que albergan estos edificios. Lo primero que hay que dejar claro es que el mantenimiento de este tipo de bienes debería estar dirigido por personal especializado.

Se ofrecen ahora, no obstante, algunos sencillos consejos referentes, por ejemplo, cómo asegurar una protección adecuada al manipular los bienes, cuándo hay que dejar los tratamientos de conservación y restauración en manos de profesionales, por qué hay que   evitar que las piezas estén expuestas a cambios bruscos de temperatura, humedad y luminosidad, o de qué manera realizar una periódica limpieza general, empleando productos sin aditivos y aspirando, mejor que barriendo, para evitar la dispersión del polvo.

Estas orientaciones se basan en un enfoque proactivo de la conservación de bienes culturales, siempre atendiendo al lema de que “más vale prevenir que curar”.

Por último, no debemos olvidar que hay una legislación especial para el cuidado de este patrimonio, y que hay que cumplir obligatoriamente. En España las competencias en materia de patrimonio histórico y cultural están transferidas a los gobiernos autonómicos. Sin embargo, el Ministerio de Cultura Español tiene competencia para redactar programas generales referentes al patrimonio nacional, cultural e histórico.

Pese a que la Ley Patrimonio Histórico Español de 1985 sigue estando en vigor, cada comunidad autónoma ha promulgado su propia ley sobre directrices oficiales referentes a los bienes patrimoniales catalogados existentes en dicha comunidad autónoma.

Recomendaciones para el mantenimiento de los bienes muebles

Este mantenimiento al que nos referimos es simplemente una primera orientación de actuación. Proporciona una serie de recomendaciones prácticas para la conservación adecuada de los bienes con valor histórico y cultural de nuestra inspectoría SSM. Su principal objetivo es proporcionar pautas sencillas sobre cómo abordar problemas comunes, prestando especial atención a los objetos o elementos que requieren un cuidado especial por parte de cada comunidad salesiana.

La mayoría de los procesos de deterioro que afectan a los bienes muebles patrimoniales se producen por la combinación de cuatro factores: Manipulación inadecuada, tratamientos de conservación inadecuados, condiciones ambientales adversas y limpieza inadecuada.

Es fundamental manipular los bienes muebles patrimoniales sin causar daño para su conservación a largo plazo. Estos bienes pueden resultar extremadamente vulnerables si no se manipulan con cuidado. El uso de guantes para manipularlos, por ejemplo, es signo de una actitud de consideración y respeto por el valor patrimonial que tienen estos bienes, además de garantizar una correcta seguridad durante su manipulación.

Los tratamientos de conservación consisten en labores manuales realizadas con el fin de preservar y/o restaurar la materialidad histórica de los bienes. El empleo de materiales o métodos inadecuados puede causar daños irreversibles. Estos tratamientos deben realizarlos únicamente los conservadores que estén preparados y sepan hacerlo.

La conservación de unos parámetros ambientales adecuados, como la temperatura del aire (18-20 °C) o la humedad relativa (40-50% HR) representan importantes indicadores del estado de los bienes patrimoniales. Estos parámetros son fundamentales para comprender los cuidados que precisa y garantizar la conservación de estos bienes. Pero no existe un valor ambiental universalmente seguro y libre de riesgos para todos. No obstante, puede afirmarse, de forma general, que una variación brusca de los parámetros ambientales marcados puede provocar un deterioro significativo en los bienes culturales.

La exposición excesiva a la luz causa daños acumulativos e irreversibles. Es por ello que los materiales sensibles a la luz deben protegerse reduciendo la intensidad, el tiempo de exposición y la proximidad de la fuente de luz. Los bienes deberán estar colocados de modo que no estén expuestos a fuentes de luz directas e intensas, evitando especialmente la exposición a la luz solar. El calor localizado puede también provocar daños graves en los materiales del bien en cuestión.

Otro factor crucial para la conservación de bienes patrimoniales es su limpieza. Esta labor constituye una de las operaciones más peligrosas y con efectos más perjudiciales en caso de no realizarse correctamente. Dada la delicadeza de los materiales del bien en cuestión, solo hay que efectuar una suave retirada del polvo con un plumero natural, y únicamente si no hay riesgo en su realización. Se debe excluir absolutamente el uso de productos comerciales de limpieza, pues resultan muy agresivos y deterioran los acabados de los bienes. Cualquier intervención directa de limpieza que se pretenda ejecutar con más profundidad debe ser evaluada y llevada a cabo solamente por profesionales especializados en conservación y restauración de bienes culturales. Exclusivamente, ellos están cualificados y experimentados para una limpieza directa e intensa. Frecuentemente, en el origen de degradaciones más o menos graves de un bien patrimonial se descubren intervenciones realizadas por personas con muy buena voluntad pero sin formación o conocimiento técnico sobre la materia.

Finalmente, nunca se debe considerar un objeto de interés patrimonial como irremediablemente perdido antes de contar con una opinión de un profesional.

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