El Papa firma la carta apostólica “Diseñar nuevos mapas de esperanza”

29 octubre 2025

Vatican News

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León XIV firma una carta sobre educación por los 60 años de Gravissimum educationis, declaración sobre la educación cristiana en el Concilio Vaticano II, promulgada por San Pablo VI.

En la tarde del 27 de octubre, bajo la mirada de la Virgen María, representada en la antigua estatua junto al Altar de la Confesión en la Basílica de San Pedro, el papa León XIV, antes de la Misa con los estudiantes de las Universidades Pontificias, firmó la carta apostólica “Diseñar nuevos mapas de esperanza”, a 60 años de la declaración conciliar Gravissimum educationis de San Pablo VI. La Misa con los universitarios abrió los eventos del Jubileo del Mundo Educativo, y también contó con la participación de salesianos reunidos en Roma para la Conferencia Internacional titulada “Modelos participativos en la Educación Superior Salesiana: metodología sinodal y salesiana”.

Que el estudio le permita tener una nueva visión de conjunto

Poco después, en su homilía en la celebración que inauguraba el Jubileo de la Educación, el Pontífice pidió al Señor que la experiencia del estudio y la investigación universitaria les brinde una perspectiva renovada, les ayude a «ser capaces de hablar, relatar, explorar y proclamar las razones de la esperanza que nos habita» y les «forme para ser hombres y mujeres nunca egocéntricos, sino siempre de pie», capaces de llevar «la alegría y el consuelo del Evangelio» a todas partes. Y recordó a las universidades que la educación es un verdadero acto de amor y que «saciar el hambre de verdad y sentido es una tarea necesaria, porque sin verdad y sentido auténtico, se puede caer en el vacío e incluso morir».

Considere el Jubileo como un nuevo comienzo para su vida

El Papa enfatizó que en estos meses, al celebrar el Jubileo, la Iglesia experimenta su «estar en camino», recordándose a sí misma su constante necesidad de conversión. Y esperó que cada estudiante también viera el Año Santo como una oportunidad «para que su vida pueda comenzar de nuevo». Se dirige así a quienes trabajan en instituciones universitarias y están comprometidos con el estudio, la docencia y la investigación: ¿Cuál es la gracia que puede tocar la vida de un estudiante, de un investigador, de un erudito? Me gustaría responder así a esta pregunta: la gracia de una mirada de conjunto, una mirada capaz de abarcar el horizonte, de ir más allá.

La mujer curva, que no mira más allá de sí misma

León XIV analizó entonces el episodio central del Evangelio de hoy: la curación de la mujer encorvada por Jesús: está encerrada en sí misma, comenta, «por lo que le resulta imposible ver más allá». Una condición similar a la ignorancia, «que a menudo se asocia con el cierre y la falta de inquietud espiritual e intelectual». Cuando el ser humano es incapaz de ver más allá de sí mismo, de su propia experiencia, de sus propias ideas y convicciones, de sus propios esquemas, entonces se mantiene prisionero, permanece esclavo, incapaz de madurar un juicio propio.

Jesús es la verdad capaz de cambiar vidas

La experiencia de la gracia, «que sana nuestros retiros», para el Pontífice, reside en acoger las cosas fundamentales de la vida «de los maestros, de los encuentros, de las experiencias vitales». Esta es una verdadera sanación, que nos permite mirar las cosas y la vida «con un horizonte más amplio». Esta mujer sanada obtiene la esperanza, porque finalmente puede alzar la mirada y ver algo diferente, ver de una manera nueva. Esto sucede especialmente cuando encontramos a Cristo en nuestra vida: nos abrimos a una verdad capaz de cambiar la vida, de distraernos de nosotros mismos, de sacarnos de nuestro encierro.

La gracia de una mirada que vence la atrofia espiritual

Quienes estudian, continuó el Papa, «amplían sus horizontes» y son capaces de «mirar hacia arriba: hacia Dios, hacia los demás, hacia el misterio de la vida». Esta es la gracia «del estudiante, del investigador, del erudito»: una perspectiva amplia… Quien sabe ir lejos, que no simplifica las cuestiones, que no teme las preguntas, que vence la pereza intelectual y, así, derrota también la atrofia espiritual. 

La Iglesia necesita esta visión unida

El Santo Padre aclaró que esta perspectiva requiere espiritualidad, ayudada por el estudio de la teología y de la filosofía, porque hoy, lamentablemente, «nos hemos convertido en expertos en los detalles infinitesimales de la realidad, pero somos incapaces de recuperar una visión de conjunto». La experiencia cristiana, en cambio, quiere enseñarnos a mirar la vida y la realidad con una mirada integradora, capaz de abarcarlo todo rechazando cualquier lógica parcial. Los exhorto, pues —me dirijo a ustedes, estudiantes, y a todos los que se dedican a la investigación y la enseñanza— a no olvidar que la Iglesia de hoy y de mañana necesita esta mirada integradora.

El trabajo intelectual no debe separarse de la vida

Siguiendo el ejemplo de Agustín, Tomás de Aquino, Teresa de Ávila, Edith Stein y muchos otros, “que supieron integrar la investigación en su vida y en su camino espiritual”, León XIV nos llamó a “llevar adelante el trabajo intelectual y la búsqueda de la verdad sin separarlos de la vida”. Es importante cultivar esta unidad, para que lo que ocurre en las aulas universitarias y en los ambientes educativos de todo tipo y nivel no se quede en un ejercicio intelectual abstracto, sino que se convierta en una realidad capaz de transformar la vida, de hacernos profundizar en nuestra relación con Cristo, de hacernos comprender mejor el misterio de la Iglesia, de hacernos testigos audaces del Evangelio en la sociedad.

La tarea educativa de satisfacer el hambre de verdad y de sentido

El Pontífice instó entonces a las universidades a acoger el llamado a la «tarea educativa», porque quienes educan ayudan a otros, como Jesús con la mujer encorvada, a «ser ellos mismos y a desarrollar una conciencia autónoma y un pensamiento crítico». Este es un verdadero acto de amor. Saciar el hambre de verdad y de sentido es una tarea necesaria, porque sin verdad ni significados auténticos se puede caer en el vacío e incluso se puede morir.

Descubriendo que Dios tiene un plan de amor para nosotros

El don más grande que cada uno de nosotros puede encontrar en este camino, concluía el Papa, es “saber que no estamos solos y que pertenecemos a alguien”, ser hijos de Dios, como recordaba san Pablo a los romanos. Lo que recibimos mientras buscamos la verdad y nos comprometemos con el estudio nos ayuda a descubrir que no somos criaturas arrojadas al mundo por casualidad, sino que pertenecemos a alguien que nos ama y que tiene un proyecto de amor para nuestra vida.

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