José Luis Gallego Fortes nace en Ourense en 1986. En el Colegio Salesiano de Ourense inicia sus estudios de la ESO y Bachillerato. Participa en las actividades del Centro Juvenil Amencer donde descubre el mundo de la animación en el tiempo libre.

Luego de comenzar sus estudios de Química en Santiago de Compostela, decide comenzar una experiencia de comunidad en la casa de Santiago, donde también realizará el prenoviciado.

Hace el noviciado en Granada y emite su primera profesión religiosa en el año 2012. Realiza el tirocinio en Santiago y A Coruña. Completa sus estudios de Teología en la Universidad de Comillas. Realiza la profesión perpetua en 2018. Desde 2020, dirige el Colegio Divina Pastora y el Centro Juvenil Ateibo en Lugo.

Pregunta. ¿Qué inspiró a Don Bosco a idear la figura del salesiano coadjutor?

Respuesta. Don Bosco, cuando soñó su nueva congregación, no lo hizo pensando solo en clérigos, sino formada por clérigos y laicos. En aquellos tiempos se tenía la idea de que el religioso laico era una especie de “segunda división” dentro de los religiosos. No fue así en el pensamiento de Don Bosco, que desde el comienzo vio la necesaria complementariedad de ambos carismas. Hay unas célebres buenas noches de Don Bosco a los novicios coadjutores en las que los animaba a perseverar en su vocación en estos términos: “Tengo necesidad de ayudantes. Hay cosas que los sacerdotes y clérigos no pueden hacer, y las haréis vosotros”.

P. En la actualidad, ¿cuál es el papel del salesiano coadjutor?

R. En ocasiones se tiene la percepción equivocada de que el salesiano coadjutor sigue siendo un religioso que presta una serie de servicios subalternos. Nada más lejos de la realidad. Los salesianos coadjutores, hoy en día, poseen una formación paritaria con sus hermanos clérigos y desempeñan cargos de responsabilidad dentro de las obras en las que trabajan. Tanto los salesianos clérigos como los coadjutores son llamados a desarrollar su vocación bautismal siendo signos y portadores del amor de Dios a los jóvenes.

P. ¿Cómo te sentiste llamado a ser salesiano coadjutor?

R. Desde el prenoviciado, a los salesianos que se están preparando para entrar en la congregación se les presentan las dos formas de una misma consagración religiosa salesiana. Durante el año de noviciado, se profundiza en su conocimiento y para mí fue un tiempo de discernimiento antes de tomar la decisión. En esta llamada vocacional me ayudaron mucho el testimonio personal de tantos buenos salesianos coadjutores que conocía.

P. ¿Qué misiones has desempeñado desde tu profesión perpetua?

R. Desde mi profesión perpetua, en junio de 2018, he estado en Madrid terminando mis estudios de Teología. Posteriormente fui destinado a la obra de Lugo, en donde desempeño la dirección del Colegio Divina Pastora y el Centro Juvenil Ateibo.

P. ¿Qué te ha aportado esta vocación?

R. Soy muy feliz con todo lo que Dios me ha dado y sigue regalándome. La vida con los hermanos de comunidad y la oración son para mí un estímulo que me ayuda en mi trabajo diario en medio de los jóvenes. Para mí, intentar ser un pequeño Don Bosco entre los jóvenes es de las cosas que más me llenan de alegría.

P. ¿Cómo percibes la relación de los salesianos coadjutores con los salesianos sacerdotes?

R. Creo que la palabra que mejor lo define es normalidad. En la vida diaria de una comunidad no se hacen distinciones de ningún tipo fuera de las propias del ministerio presbiteral. En ocasiones se pueden encontrar rastros del clericalismo que con tanta vehemencia el Papa Francisco ha denunciado y desenmascarado. Pero esta peste no es algo que afecte solo a la congregación, sino que está presente en toda la Iglesia y parte de una insuficiente comprensión de la universal llamada a la santidad de todos los bautizados.

P. ¿Y con los jóvenes?

R. Los jóvenes se hacen a veces un lío con esta distinción entre clérigos y coadjutores. Sin embargo, tienen perfectamente desarrollado el olfato que les permite detectar cuándo alguien los quiere y se preocupa por ellos. El salesiano coadjutor busca la manera de hacerse querer en medio de los jóvenes con todo lo que hace y dice.

P. ¿Qué supone la canonización de Zatti para los salesianos coadjutores?

R. Decía Don Vecchi, con motivo de la Beatificación de Artémides Zatti, que, con él, el mosaico de nuestros santos y beatos estaba más completo. La santidad es la plenitud de la vida cristiana; es la configuración plena con Cristo que un día se inició en nuestro bautismo. La santidad de Artémides Zatti, que la Iglesia declara ahora, será un modelo a imitar, un espejo al que mirar para observar un camino de felicidad y plenitud, para los coadjutores y todo el pueblo de Dios.

P. ¿Qué destacarías de este santo salesiano coadjutor?

R. Destacaría de él su trabajo abnegado a lo largo de toda su vida; su sencillez y su disposición a aceptar las tareas más humildes que se presentaban. Don Zatti se ocupó de la salud de tantos enfermos de Viedma; fue para ellos el buen samaritano que se paró en el camino y los auxilió. Para él, el servicio a Dios y al hermano era su máxima: “Se puede servir a Dios sea como sacerdote, o como coadjutor: delante de Dios una cosa vale tanto como la otra, con tal que se la viva como una vocación y con amor”.

P. Por último, si un joven se está planteando esta vocación, ¿qué le dirías?

R. Que no tenga miedo y se deje conducir con confianza por el Señor. Detrás de esta vocación hay un gran camino que lleva a la vida, a la felicidad.