Inmaculada Pérez

Hoy celebramos la fiesta de Santo Domingo Savio, un santo muy querido para todos los que vivimos la fe desde el carisma de Don Bosco.

Un niño que tenía muy claro que quería ser santo, y quería hacerlo estando siempre alegre. Don Bosco, trazando el perfil lo propuso como modelo para todos los muchachos de la época.

Nos encontramos viviendo una Pascua diferente, el primer lunes de este tiempo de alegría, nos despertamos con la triste noticia del fallecimiento del Papa Francisco, al que tantos testimonios tenemos que agradecer, ha iluminado muchos temas a la luz de la fe y a lo largo de su pontificado ha venido insistiendo en la alegría de la santidad. No es posible que se dé la existencia de una santo abatido por la tristeza, o sea la santidad siempre genera felicidad y donde hay felicidad siempre hay alegría.

Si nuestra alegría está puesta en Dios entonces nada ni nadie nos la podrá quitar, si queremos ser felices, debemos permanecer en Su amor. Sería interesante que en este tiempo de gracia midamos nuestro nivel de alegría, lo trabajemos para decir junto a la Virgen: “Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador”.

La mayoría de las veces perdemos la alegría cuando nos enfrentamos a momentos difíciles, cuando las circunstancias no están saliendo de la forma en que esperábamos y el panorama parece sombrío. Es curioso observar a la gente por la calle y comprobar tantas miradas tristes… y es que la verdadera alegría es la que nace del corazón, y hay que mimarla, cultivarla y trabajar en ella. Ayudar a los demás, compartir, acompañar, sonreír, abrazar, tener empatía etc.….. son detalles que seguro nos aportan alegría a nosotros y a los demás.

Hoy te deseo que la alegría inunde tu vida, que fortalezca tu espíritu y te capacite para soportar las dificultades con esperanza.

La alegría verdadera no es meramente una emoción, sino un estado profundo y duradero que fluye de la relación con Dios, sin duda las personas alegres se caracterizan por la manera en la que afrontan la vida.