La fotografía

Las cosas de Don Bosco  |  José J. Gómez Palacios

1 febrero 2022

Una imagen compartida

Soy la primera fotografía que hicieron a Don Bosco. Siempre me molestó que me confundieran con un “daguerrotipo”. Cuando yo vi la primera luz, los daguerrotipos formaban parte del pasado del mundo fotográfico. Siempre estuve orgullosa de ser una fotografía moderna.

Nací por iniciativa de varios jóvenes del Oratorio.

Recuerdo aquella tarde de mayo. Varios jóvenes se acercaron hasta el domicilio de don Francesco Serra. Les atendió amablemente. Había frecuentado en el Oratorio. Conocía a Don Bosco.

Don Francesco era un joven entusiasmado con las nuevas técnicas del retrato. Su primitiva máquina jugaba con luces y sombras. Capturaba vida.

De pronto algo enturbió la conversación. Aquellos jóvenes tenían un triste motivo para tratar de conseguir un retrato de Don Bosco: el mucho trabajo estaba mermando las fuerzas del sacerdote. Temían por su vida. Deseaban una fotografía que prolongara su imagen en el tiempo.

19 de mayo. Domingo de Pentecostés. El señor Serra embaló cuidadosamente su voluminosa máquina de fotografiar. En una caja acolchada colocó varias placas de vidrio. Yo era una de ellas. Por aquellos tiempos los retratos quedaban impresos sobre nosotras, unas finas láminas de vidrio barnizadas con colodión. El traslado fue en carruaje. Avanzábamos lentamente para evitar vaivenes.

Llegamos al Oratorio. Don Bosco nos acogió sonriente. Inmediatamente brotó de sus labios una protesta nacida de su humildad. El retrato fotográfico era reflejo del orgullo de reyes, nobles y políticos… Él era un sencillo sacerdote.

Haciendo caso omiso de las protestas, don Francesco Serra preparó su máquina. Eligió una placa de cristal. Cuando sentí los dedos del fotógrafo sobre los finos bordes de mi cuerpo, fui feliz. Me apresté a plasmar la imagen de Don Bosco sobre mi cuerpo. Puse en tensión mis moléculas para captar con fidelidad sus rasgos.

Cuando todo estuvo dispuesto, llegó él. Se colocó donde le indicaba el señor Serra…

De pronto escuché un rumor de voces juveniles… Entraron riendo. Sin avisar. Eran casi cincuenta. Rodearon a Don Bosco. Quedó diluido entre ellos. Protestó el fotógrafo. Pero no hubo vuelta atrás. La presencia de aquellos jóvenes era la condición que ponía Don Bosco para dejarse retratar.

Maldije mi suerte. Yo me había preparado para inmortalizar con nitidez, y en primer plano, la viveza de los ojos de Don Bosco, la comisura de sus labios, la fortaleza de sus manos. Hube de contentarme con perfilar su mirada trazando dos manchas alargadas. Dibujé su sonrisa con una tenue línea.

¡Pero, qué equivocada estaba! Desde aquel día han transcurrido 155 años. Y aquí sigo yo… desafiando al tiempo. Hoy me atrevo a hacerte un guiño joven desde el papel de esta revista. Deseo ser memoria viva de aquella sonrisa para ti. Soy testigo de que los muchachos forman, -y formarán siempre-, parte inseparable de la imagen y la vida de Juan Bosco. ¡Palabra de fotografía!

Nota: Año 1861. Decae la salud de Don Bosco. Los jóvenes salesianos, liderados por Juan Cagliero, temen por su vida. Le convencen para que se deje fotografiar. El antiguo alumno Francesco Serra toma varias fotografías el 19 de mayo. La primera: “Don Bosco entre los jóvenes”. Esta fotografía ha llegado hasta nuestros días. Es la fotografía más antigua hecha al santo. (MBe VI, 719-720).

Fuente: Boletín Salesiano

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