«Mi nombre es Alhassane Cámara, vengo de Guinea Conakry, y me gustaría contaros un poco de la historia de cómo llegué aquí y compartir mi camino con vosotros, el cual se convirtió en mi mayor aventura.
Durante este tiempo observé por primera vez y crucé el desierto, donde pude ver la belleza de las dunas y lo duro, cruel y doloroso que puede ser el calor. También navegué por el mar mediterráneo y atravesé ciudades a pie.
Salimos de casa en 2017 para trasladarnos en bus a Mali un país hermano de Guinea y, tras dos semanas ahí, nos movimos a la frontera con Argelia, cruzamos el desierto a pie durante tres días, apreciando los regalos que nos hacía y sufriendo también su dureza. Fue al tercer día cuando un grupo armado nos retuvo y pidió un rescate por nuestra libertad. Por suerte, mi madre consiguió el dinero y lo envió para que pudiese continuar mi camino.
Llegamos a la ciudad argelina de Blida sin comida, ni dinero, ni fuerzas para continuar, por lo que tuvimos que buscar la manera de sobrevivir trabajando en la construcción hasta ahorrar suficiente dinero para continuar hacia Marruecos. Allí nos esperaba un amigo que nos dio un lugar donde vivir durante tres meses, en los que seguimos trabajando para conseguir más dinero y poder cruzar el mediterráneo. ¡Lo conseguimos! Tras reunir el suficiente dinero pudimos pagarle a una persona para montarnos en una zodiac. Éramos 59 personas, 50 hombres y 9 mujeres, pero no todas terminaron su camino hasta España. Muchas se perdieron entre la inmensidad del mar. Entre ellas, Abdul, que fue mi compañero de viaje desde que salimos de casa. Con estas palabras no cuento solo mi historia, también narro la suya.
Al despertar tras el naufragio comenzó mi camino en solitario, aunque por poco tiempo pues, por suerte, en mi aventura me he rodeado siempre de personas que me han tendido la mano.
Pasé por un centro de menores donde comencé a ir a Don Bosco en Málaga, a la Escuela Prelaboral y a clases de español. Al poco, empecé a vivir en un piso de mayoría y al conseguir un contrato me independicé muy rápido. Pero ocurrió algo que cambió mi situación: se caducó mi documentación y al no poder renovarla por los problemas con el consulado de Guinea perdí el trabajo, bloquearon mi cuenta bancaria. Gracias a un amigo pude conservar, durante unos meses, el lugar dónde vivía. Fue entonces cuando Stanley, antiguo compañero del centro de menores, me recordó que podía volver a Don Bosco ya que allí siempre estaría nuestra casa y quizás ellos podían ayudarme.
Tras retomar el contacto con ellos, hice una entrevista y entré en el Hogar «Francisco Míguez». El que desde entonces se ha convertido en mi hogar y mi familia. No he dejado de trabajar en mi futuro, he conseguido muchos de mis objetivos, tener el pasaporte, estudiar la ESO, aprender un oficio y abrirme las puertas para obtener un trabajo de calidad, conocer a nuevas personas y nuevos compañeros de camino. Lo he logrado también por Abdul, los dos teníamos los mismos objetivos, pero nuestro destino fue diferente.
Estoy agradecido a todos las personas profesionales de Don Bosco que me ayudaron cuando no era mi mejor momento y a las que me siguen apoyando a día de hoy. No dejaré de luchar por tener un futuro mejor.»
Las educadoras de Alhassane nos han enviado un video que muestra muy bien su personalidad y su carácter vitalista y alegre.
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