«Hola, me llamo Omar, tengo 22 años y soy de Burkina Faso.
Llegué a España hace poco más de un año, con la esperanza de buscar una vida digna y tranquila, pues de mi país tuve que huir del terrorismo y la violencia de los grupos armados.
Cuando llegué a Sevilla no conocía a nadie. Un día, mientras caminaba por la calle, un chico me preguntó de dónde era. Para mi sorpresa, él era de Benín, un país vecino de Burkina Faso. Sin dudarlo, me ofreció su casa, compartimos habitación sin que me pidiera nada a cambio, y así dejé de dormir en la calle.
Este chico me contó que todas las mañanas iba a la Fundación Don Bosco, donde había aprendido español y le estaban ayudando a encontrar trabajo. Así que un día decidí acompañarlo. Aunque apenas hablaba español y no tenía documentación, me ofrecieron unirme a las clases, y desde ese momento asistí todos los días.
La Fundación me incluyó en el Proyecto «Acompañamiento a Jóvenes en Situación de Sinhogarismo», y durante más de seis meses me apoyaron con comida, ropa y un bono de transporte para poder seguir yendo a las clases. También participé en talleres y actividades que me ayudaron mucho en mi día a día.
Un día, hablando con la trabajadora social sobre mi situación, me comentó que, por mi historia, podía solicitar protección internacional. Así lo hicimos en marzo.
En agosto tuve mi entrevista con la policía, y ahora vivo en una casa de la Fundación Don Bosco en Sevilla, junto a otros jóvenes que también son solicitantes de asilo. Es como un sueño hecho realidad, porque antes compartía las clases de español con ellos y veía lo bien que estaban y el cariño con el que los trataban las educadoras.
Gracias a la Fundación Don Bosco por luchar por mí para que hoy pueda estar con vosotros.
Ahora estoy formándome en «Mantenimiento de Edificios», lo que me dará la oportunidad de aprender un oficio y facilitará mi acceso al trabajo. Hoy, más que nunca, me siento en casa».
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