La máquina del fango

15 noviembre 2024

Fue Humberto Eco el que popularizó la expresión “la máquina del fango”. Con ella se refería a todo un sistema informativo de falsedades exhibidas como si fueran ciertas, en las que –incluso- se desvelan secretos de la vida privada de algunas personas, con el fin de ir creando un estado de opinión sucio y maligno para enturbiar el ambiente. Para la máquina del fango la mentira, el bulo y la calumnia se convierten en instrumentos que hay que utilizar con la mayor calma. Es decir, la máxima “Difama, que algo queda” se convierte en el signo de identidad de esta perversión.

Políticos españoles han hecho suya esta expresión para denunciar lo que ellos creen que es un estilo permanente de algunos de nuestros representantes. Es cierto, unos y otros se lanzan el fango con un afán de atacar sistemáticamente al rival para denostarle y ridiculizarle. Denuncias, declaraciones a los medios, insultos, broncas parlamentarias, redes sociales convertidas en vertederos … todo vale. El “y tú más” se ha convertido en el gran argumento. No se construye en común, se destruye lo que el contrincante defiende. Una pena, un despropósito infame que desanima al pueblo y desmoraliza a los jóvenes.

En este lodazal muchos representantes públicos han perdido ya toda autoridad moral y sus sueldos, por el trabajo de insultarse, resultan escandalosos para la población.

Pero la gente sigue viviendo cada día y, a pesar de todo, intentan trabajar, ser responsables, echar una mano, divertirse y amar. El pueblo chapotea en este lodazal de fango vertido por quienes deberían animar nuestra convivencia e intentan sobrevivir sin asfixiarse.

Hace unos días, una DANA terrible azotó la Comunitat Valenciana y zonas limítrofes dejando muerte, destrucción y desesperación en miles de vidas. Hubo quienes, desde diferentes colores políticos, volvieron a poner en marcha la máquina del fango y se lanzaron el lodo con acusaciones encontradas, despejando responsabilidades y culpabilizando a los otros. Mientras todo esto ocurría, miles de hombres y mujeres, de creencias, razas e ideologías diversas, acudieron a la ciénaga que había dejado el temporal para ayudar en lo que buenamente pudieran.

Estudiantes, obreros, policías, sanitarios… gente buena de todas las edades se aprestaron para limpiar el barro miserable que sembraba la muerte. Armados de escobas, palas, botellas de agua, fregonas, maderas… los voluntarios iban llegando sin que nadie les hubiera convocado. Acudieron también tractores, furgonetas, camiones… llegaron de toda España. “Todos somos Valencia”, decían unos; “Hay 48 millones de valencianos” decían otros. Los jóvenes –la “generación cristal” daban una lección extraordinaria. Miles de ellos se dejaban la piel durante el fin de semana sacando el barro y animado la vida.

Ésta es la actitud que hace que todos podamos sentirnos orgullosos de este pueblo que está por encima de credos y partidos, que se conmueve ante el dolor y ejerce la solidaridad compartiendo el dolor y el compromiso. Es el pueblo el que limpia las tierras embarradas y los ambientes enfangados.

Muchos, ante el abandono que intuían de muchas autoridades, lanzaron el grito “Sólo el pueblo salva al pueblo”. Y, si bien es cierto que ha habido quien se ha querido apropiar del lema, la frase tiene mucho sentido. El pueblo llano, sencillo y noble, por encima de ideas, naciones y religiones, tiene corazón, se conmueve, llora y ayuda. Es un pueblo que anima a la esperanza desde la solidaridad.

“Sólo el pueblo salva al pueblo”, qué cierto es. Los cristianos lo creemos firmemente. Lo celebraremos el 25 de diciembre, cuando festejemos comprometidamente el nacimiento de Jesús. En él, Dios se hace pueblo… porque la salvación, la redención no viene de las lejanías, viene del pueblo, de un pueblo que hoy, conmovido y movido, ha empuñado las armas de los utensilios de limpieza para secar las calles y las lágrimas… un pueblo del que nos sentimos orgullosos de pertenecer.

1 Comentario

  1. Miguel

    «Solo el pueblo salva al pueblo» es una frase romántica, que apela a lo mejor de las personas. Pero el pueblo sin los medios de las administraciones públicas se vería muy limitado: sin los camiones de la UME, sin la maquinaria del ministerio de transportes; sin los hospitales públicos, las fuerzas y cuerpos de seguridad; el personal de emergencias; servicios meteorológicos; confederación hidrográficas; personal de infraestructuras, ferrocarriles; comunicaciones, etc…. todo eso es también propiedad del pueblo. Y los recursos que se destinarán a paliar los efectos de la DANA serán públicos. Es decir, recursos que sirven a todos, desde los impuestos de todos. Aquí conviene recordar, en un momento donde se pone en duda el valor del Estado, y se pretende privatizar todo, que sin lo público, solo tendrían derechos quienes los pueden pagar. Esta forma de solidaridad y muestra de patriotismo, es pagar los impuestos, con los que se consiguen financiar todos esos servicios, sin los cuales la buena voluntad se enfrentaría a obstáculos inimaginables. ESto nos recuerda lo que la Doctrina Social de la Iglesia ha dicho desde siempre: el Estado es la garantía de que se respetan los derechos de los más débiles. Y en este momento recordamos dos artículos de la constitución que van en ese sentido: el 31 y el 128. Que a algunos «patriotas» se les suele olvidar.

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