Seguramente los que sois aficionados al baloncesto y sobre todo a la liga americana NBA os sonará este nombre, el de uno de los más grandes jugadores de la historia del baloncesto mundial. Este hombre llevaba 26 años separado por el odio, las acusaciones y la maledicencia de Isiah Thomas, otro de los más grandes del baloncesto NBA y que había sido buen amigo suyo. El 20 de diciembre pasado, ante las cámaras de NBA TV, han sellado la reconciliación con un encuentro, un abrazo e incluso lágrimas.
Su enfrentamiento había comenzado en 1991, a raíz de que Magic Johnson hiciera público que tenía Sida. Thomas hizo unas declaraciones en las que cuestionaba la vida sexual de Magic, A partir de aquí, venganzas, acusaciones, heridas, faenas entre ambos…
Transcurridos 26 años, el reencuentro ante las cámaras no pudo ser más emotivo. Magic Johnson se dirigió a Isiah Thomas en estos términos: “Eres mi hermano, así que déjame pedirte perdón si te he hecho daño y por no haber podido estar juntos. Dios es bueno por reunirnos otra vez”. Tras estas palabras ambos jugadores se pusieron a llorar y se abrazaron. El perdón ha podido más que la dureza de los corazones que en estos 26 años no había hecho más que separar a estos grandes jugadores.
Los seres humanos, queriendo o sin querer, nos hacemos daño, nos herimos. Unas veces por cosas importantes, otras por auténticas chorradas. A partir de ahí, viene el odio, la separación, la maledicencia, las venganzas… y no nos sentimos nada bien. Porque el odio, la maledicencia, no hace daño solo al que se dirige, sino al que lo tiene y la escupe. Solo hay una fórmula, para curar esta herida, el perdón. Ser capaces de dar y pedir perdón.
Nuestro peor enemigo es el orgullo que nos impide el primer paso para dar o pedir perdón. Puede que la otra persona no nos lo dé, pero eso ya es problema suyo, nosotros nos habremos liberado de esa losa que nos oprime y no nos deja ser felices, que es el odio y la venganza. En la psicología actual está claro el valor sanador y la fuente de felicidad que es el perdón. Y no digamos en nuestra condición de cristianos, hijos de un Padre que perdona siempre.
Dice el Papa Francisco «¡Dios perdona siempre! No se cansa de perdonar. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón. Pero Él no se cansa de perdonar. Y si tú has vivido una vida de tantos pecados, de tantas cosas feas, pero al final, un poco arrepentido, pides perdón, ¡te perdona inmediatamente! Él perdona siempre».
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