Santa María D. Mazzarello nació en Mornese, provincia de Alessandria, en el Piamonte italiano, el 9 de mayo de 1837. Fue la mayor de nueve hermanos, por lo que pudo desarrollar sus dotes de maternidad, cuidado y atención ya en el seno de la familia. De sus padres heredó un sentido práctico de la vida, una gran capacidad de trabajo y una profunda piedad vivida en lo cotidiano.
En el año 1849 la familia se trasladó del pueblo a una casa en el campo, la Valponasca, donde su padre estaba a cargo del trabajo en las viñas. Allí, como adolescente, vivió unos años fundamentales para su maduración personal. Por una parte, el trabajo en el campo y en la casa; por otra, la unión con Dios cultivada a diario. A pesar de tener lejos la parroquia, María acudía cada día temprano a la Eucaristía y, desde una ventana orientada al pueblo, se unía espiritualmente a la oración de la tarde que allí se celebraba.
Animadas por Don Pestarino, un grupo de jóvenes del pueblo se consagraron como miembros de la Pía Unión de las Hijas de la Inmaculada. Ella era la más joven del grupo y una de las más activas. Algunas de las tareas que desarrollaban las Hijas de la Inmaculada eran ayudar a las madres en la educación de sus hijas, visitar enfermos o animar momentos lúdicos en los días festivos con el fin de alejar a las niñas de los peligros. María y otras compañeras de esta Pía Unión sintieron la llamada a dedicarse más plenamente al cuidado de las niñas y comenzaron un internado, pero una grave enfermedad truncó este ritmo de vida haciendo que se planteara de nuevo el plan de Dios sobre ella.
El tifus llegó a Mornese y, por ir a cuidar a unos familiares enfermos, María tuvo que pasar un periodo de convalecencia que dejó su salud muy debilitada. Aprendió, junto a su amiga Petronila, el oficio de costurera y sastrería con el fin de enseñar a coser a las niñas alejándolas de los peligros y enseñándoles a amar al Señor.
En 1864 se encontró con Don Bosco por primera vez. El apóstol de los jóvenes, muy conocido ya por su labor en Turín, se fijó en el grupo de la Inmaculada para la fundación de un Instituto femenino que hiciera por las chicas el mismo bien que ya los salesianos estaban haciendo por los chicos.
Así, tras un periodo de vida comunitaria como Hijas de María Inmaculada, nació en Mornese el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora (FMA) el 5 de agosto de 1872, profesando un grupo de once jóvenes en presencia de Don Bosco. María fue confirmada como la primera superiora del Instituto que interpretó, vivió y transmitió el carisma salesiano en femenino.
Con el rápido aumento de las religiosas y gracias a la fama del fundador, se abrieron comunidades de FMA en varios lugares de Italia y Francia antes de dar el salto a América. María Mazzarello terminó sus días en esta tierra el 14 de mayo de 1881 en Nizza Monferrato, donde se había trasladado la sede del floreciente Instituto buscando un lugar más amplio y mejor comunicado.
María Mazzarello es modelo de humildad, de sensibilidad educativa, de maternidad espiritual, de discernimiento, de trabajo y de alegría. La suya es una santidad vivida en lo concreto que pone de manifiesto la consigna de San Francisco de Sales que el papa Francisco ha retomado en la reciente exhortación apostólica ‘Gaudete et exsultate’: la santidad es vivir lo ordinario de manera extraordinaria (cf. GE 17).
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