¿Qué hemos aprendido del papado en los últimos cinco años?

15 marzo 2018

El aniversario

El martes 13 de marzo se cumplen cinco años del pontificado del papa Francisco. En un lustro, este Papa que ha venido del fin del mundo, ha modificado la percepción y ha suscitado elementos de acercamiento a la Iglesia en muchos sectores de la cristiandad –y de la indiferencia–. La encuesta del último número de la revista ‘Vida Nueva’ pone datos y cifras a esta sensación colectiva. También la publicación nos ha presentado cada semana entrevistas con artistas, escritores y otros personajes de la vida social que se han atrevido a dar una opinión sobre este pontificado –a veces hablando de oídas, otras desde el propio compromiso y la propia fe…–.

Este notable que le da la sociedad española –la misma que en el barómetro del CIS, a comienzo de este año, le da un 2,54 a Pablo Iglesias, un 2,87 a Mariano Rajoy, un 3,68 a Pedro Sánchez o un 4,01 a Albert Rivera… ¡sobre 10!– no es solo un dato frívolo ofrecido por los sectores más alejados de la Iglesia y que planean con su destrucción, como señalarían los movimientos más críticos que no hacen más que emplear el fuego amigo disfrazado de una ambigua fidelidad en estos cinco años.

Católicos, y no católicos, hemos podido asistir a numerosas muestras públicas de afecto y de elogio a la labor de Benedicto XVI, a cómo Francisco –presentado como un Papa autoritario y “dictador” a través de una pegada de carteles en Roma o, más recientemente, mediante un libro firmado con seudónimo– ha procedido a una reforma de la Curia a través de un consejo internacional de cardenales o mantenido en sus puestos, cumpliendo escrupulosamente plazos, a quienes pueden ser sospechosos de críticos o incómodos con el estilo del pontífice argentino. Algo, por cierto, por lo que es criticado por quienes más sintonizan con los nuevos aires de Palacio Apostólico -y en la Casa Santa Marta-.

Los detalles

Desde aquella tarde del 13 de marzo de 2013, las señales de renovación han sido una constante, aunque discreta y paciente las más de las veces, del estilo de Bergoglio que ha seguido muchos de los elementos que constituyeron su estilo de vida como jesuita y como arzobispo de Buenos Aires. Por ello no extraña ya que blogueras expertas en moda y complementos han escrito sobre el reloj Casio que siempre ha mostrado en su muñeca o los periodistas no han dejado de señalar el uso de los zapatos ortopédicos de siempre desde que está en la cátedra de Pedro. Los gestos de aquella tarde impresionaron a teólogos, liturgistas, semiólogos y comunicadores… un Papa rezando en silencio de rodillas, pidiendo primero la bendición al pueblo, presentándose varias veces solo con el título de “obispo de Roma”, el uso de la estola exclusivamente en el momento de la bendición, la familiaridad en su despedida, el mantra de “No se olviden de rezar por mí”… y al día siguiente la gratitud ante la Virgen María, el pago en la residencia de sacerdotes… elementos que en estos cinco años han demostrado que son algo más que una anécdota de una tarde o una mañana.

En este lustro nos hemos percibido la fuerza en la insistencia por una una evangelización menos clerical y que cuenta con la gente como protagonista de ella, que los migrantes o los conflictos del mundo son algo más que una moda pasajera o un problema que ya resolverán los otros, que la misericordia se encuentra en la esencia del mensaje del Reino y no es solo una técnica de consolación para los tibios… Las palabras y los gestos de Francisco han mostrado confianza y transparencia, incluso cuando se ha equivocado –como hemos comprobado en el reciente viaje a Chile–.

También hemos visto que los viajes le han ayudado a Francisco para descentralizar la imagen de una Iglesia que piensa exclusivamente con una mentalidad europea. Esto explica la cuidada selección de los destinos y como, ha quedado demostrado, no viajar, por ejemplo, a Argentina o a España no significa que Francisco no conozca, sienta y comprenda lo que viven estos países. O también muestra que las etiquetas políticas se le quedan cortas a un Papa que lo mismo va a la Italia del padre Pío o le pide a los jóvenes que recen el rosario desencajando a los que lo alinean con el ala marxista de la teología de la liberación o se reúne con los obreros de Génova o los estudiantes de la escéptica Bolonia o reza ante la tumba de Milani para desesperación de los más clásicos del lugar.

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