En tiempos de Don Bosco, fundador de la congregación salesiana, eran muchas las personas que ayudaban al sacerdote italiano en su tarea. Personas que iban y venían o incluso su propia madre, Mamá Margarita, quien echaba una mano allí donde hiciera falta. En aquella época el hábito religioso era indispensable para todo religioso, fuera sacerdote o lego. Don Bosco se atrevió a integrar a su incipiente congregación salesianos en mangas de camisa, sin hábito ni signos externos. Nacía así la figura del salesiano coadjutor, un laico consagrado con votos religiosos y dedicado por igual a la misión salesiana, eso sí, sin ser sacerdote.
Del 17 al 21 de enero la obra salesiana de Martí Codolar en Barcelona ha acogido el Seminario Europeo dedicado a profundizar en la figura del Salesiano Coadjutor. Treinta y ocho salesianos coadjutores de las dos regiones salesianas de Europa han trabajado aspectos como la identidad, la misión, la formación o el perfil propio, acompañados por el Rector Mayor emérito de la congregación, Pascual Chávez.
Chávez afirma que Don Bosco expresó la figura del salesiano coadjutor con tres demandas: «Tengo necesidad de vosotros, que seáis muchos, y que seáis hombres de gran virtud». El fundador tenía claro que el sacerdote había muchas cosas que no las podía hacer, «y no las tenía que hacer», remarca Chávez. A menudo sucede que el sacerdote se ve haciendo cosas que le quitan tiempo del que es importante en el ministerio sacerdotal. Aunque el sacerdote salesiano, por vocación, es un educador, «es inevitable que lo encuentres en medio de los chicos».
La diferencia, pues, entre el salesiano sacerdote y el salesiano coadjutor es que este último vive esta misión «desde la perspectiva laical». Es un consagrado que profesa los tres votos, de obediencia, pobreza y castidad, pero sin llegar a ser sacerdote.
Esta fue la opción personal de Jesús Julián García o Pep Alamán, dos salesianos coadjutores presentes en el Seminario Europeo. Para Jesús la diferencia, tal vez, es que ellos «llevan Cristo a la gente y no esperan a que la gente se acerque a la iglesia para hacerlo», aunque, como afirma Pepe, «el carisma es el mismo para todos, el encuentro con el Cristo viviente se da con los jóvenes, y los más necesitados «.
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