Todos somos refugiados

10 octubre 2022

Pedro Ruz Delgado

“Mi cuerpo es un mapa que narra una historia. La narra por mí que he perdido la voz, a la oscuridad, donde no llega la luz”. Así, con este testimonio comienza Saida una niña que lleva las cicatrices infligidas en las cárceles de Libia. El texto ha sido ganador de la edición de 2021 del concurso literario, “La escritura no va en exilio”, promovido por el Centro Astalli de Roma (Servicio de los jesuitas en favor de los refugiados). Su autora, una jovencísima estudiante del Liceo Vittorio Veneto, de Milán, Alice Formica.

El Centro Astalli inició sus actividades en 1981 en su sede de via degli Astalli en el centro de Roma, acogiendo la llamada del Padre Pedro Arrupe y Gondra (1907-1991), entonces General de los jesuitas en 1980, profundamente afectado por la tragedia de miles de vietnamitas que huían de los horrores de la guerra. Estos refugiados que huían de sus países devastados por las guerras, las violencias y la precariedad, movieron a los religiosos a «traer al menos algo de alivio a esta trágica situación». El acompañamiento de los refugiados y el intercambio de sus experiencias está en el corazón de todos los servicios de este centro de acogida, desde el primer encuentro con el que llega a él, hasta las actividades de sensibilización. Su ambicioso objetivo es cambiar políticas injustas a nivel local, nacional o internacional. El Centro Astalli responde en un año a las necesidades de unos 20.000 refugiados.

La oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) se creó en 1950, al término de la Segunda Guerra Mundial, con el objetivo de ayudar a millones de personas que huían de Europa o que habían perdido sus hogares. ACNUR debía concluir su trabajo en tres años; transcurrido este periodo, dejaría de operar; sin embargo hoy, más de 70 años después, la organización continúa con su ardua labor de proteger y asistir a las personas refugiadas alrededor del mundo.

En 1954, ACNUR recibió el premio Nobel de la Paz por su eficacísimo trabajo en Europa. En 1956, durante la revolución húngara, 200.000 personas huyeron a Austria. ACNUR reconoció a los húngaros como refugiados. Durante la década de 1960, la descolonización de África dio lugar a la primera de muchas crisis de refugiados en ese continente, ayudó a las personas desplazadas en Asia y América Latina. En 1981, la Agencia de la ONU para los Refugiados recibió nuevamente el Premio Nobel de la Paz. El inicio del siglo XXI la ha visto ayudando en grandes crisis de refugiados en África, Medio Oriente y Asia. En 2020, ACNUR celebró su 70 aniversario. Desde su creación, ha ayudado a más de 50 millones de personas refugiadas en la reconstrucción de sus vidas. Hoy en día, hay más de 18.015 personas trabajando en 135 países.

Mussie Zerai (1975) es un sacerdote católico desde el 19 de junio de 2010 y un activista comprometido con acciones para salvar a los migrantes en el Mediterráneo durante la crisis migratoria europea. Es el fundador y presidente de la agencia Habeshia (con sede en Roma) y en 2015 fue nominado al Premio Nobel de la Paz. Después de la prematura muerte de su madre Zerai, fue criado por su abuela junto con siete hermanos. Su padre, que había sido detenido temporalmente por la policía secreta eritrea, había abandonado el país para buscar refugio en Italia. A los 16 años, Mussie también huyó a Italia, donde solicitó asilo político y obtuvo un permiso de residencia. Estudió y, como él había sido refugiado y conoce bien lo que ello significa, trabaja por ellos. “Me limito a tratar de poner en práctica lo que el mismo Papa Francisco ha indicado desde que asumió el cargo: ir a las periferias y tomar partido por los más pequeños de la tierra, mirar los problemas con sus ojos. Nada más». Conocido como “El ángel de los refugiados”, dice con claridad: “esto todavía es solo el comienzo de un trabajo largo y difícil”. Y continúa repitiendo: «esta enorme tragedia encontrará una solución, como advirtió el Papa Francisco, solo cuando los poderosos de la tierra cambien su política hacia el hemisferio sur, el último de la tierra”.

En el verano de 2016 conocí a Fabio Biaggio (1965) en un curso organizado por la Universidad de Valencia. Profesor, estudioso y sacerdote misionero scalabriniano, conocido como la voz y las manos del papa en el asunto de los refugiados, especialmente del Mediterráneo. Defiende la apertura de puertas legales para migrantes y refugiados. En una conferencia en Alicante en 2018, calificó el problema de la migración y de los refugiados como “drama mundial”, y la Iglesia “no puede responder que no a los más vulnerables que tocan nuestra puerta”. Para esa tarea inmensa y urgente, recordó los cuatro grandes verbos que propone el mismo Papa: acoger, proteger promover e integrar.

El cantante, compositor, guitarrista y actor, El Canijo de Jerez, Marcos del Ojo Barroso (1982) presentó un sencillo muy especial, titulado “Todos somos refugiados” en junio de 2021. Sus beneficios fueron destinados a la Comisión de Ayuda al Refugiado (CEAR), que nació en 1979 con la misión de defender y promover los Derechos Humanos y el desarrollo integral de las personas refugiadas, apátridas y migrantes con necesidad de protección internacional o en riesgo de exclusión social, y formó parte del documental “Bienvenidos a España”, estrenado el 18 de junio pasado. El artista comentó entonces: “Hace poco pude conocer de cerca la gran labor humanitaria de CEAR, acogiendo a las personas migrantes que huyen de sus países jugándose la vida en el Mediterráneo. Esta causa, tan atroz y cercana, me ha tocado el corazón y esa pena la he convertido en la canción “Todos somos refugiados”. Porque en algún momento de la historia todos hemos sido refugiados. ¡Despertemos ya! Rescatar nunca será un crimen”.

 

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