Un chute de esperanza

12 marzo 2025

un chute de esperanza

Entre el 7 y el 9 de febrero se celebró en Madrid el Congreso de vocaciones, organizado por la Iglesia en España. ‘Para quién soy’, era el lema que reunión a 3000 participantes. No hubo diócesis o movimiento eclesial que no estuviera presente. Obispos, sacerdotes, religiosas, religiosos, y laicos, muchos laicos, y jóvenes se dieron cita en el Madrid Arena. Y entre ellos un buen grupo de representantes de la Familia Salesiana.

Me llamó la atención el ambiente de fiesta, la alegría del encuentro, el deseo de afirmación de una Iglesia, la comunidad eclesial que camina en España, que quiere vivir cada vez con más esperanza su vida y su misión. Y, al mismo tiempo, la profundidad de las reflexiones y el deseo de una Iglesia de vivir más auténticamente el seguimiento de Jesús para llevarlo a nuestro mundo.

En realidad, el encuentro era mucho más que un congreso sobre vocaciones, entendido como las referidas exclusivamente a sacerdotes y religiosos y cómo hacer que haya más. Lo que se está jugando ahora es entender que tenemos que promover una cultura vocacional que abarca a todos los bautizados, para que cada uno descubra la vocación, a qué lo llama Dios. Descubrir la propia vocación para ser semillas, sal y luz, en medio del mundo que nos ha tocado vivir; y vivir la vida como respuesta a esa llamada. Ser consciente de esto, a todos los cristianos debería llevarnos a vivir puestos manos a la obra, en salida, sin dejarnos paralizar por la desesperanza pues “nuestra vida tiene futuro y sentido porque depende de la llamada de Dios”, que dijo en su saludo de acogida el cardenal Cobo.

Con su habitual precisión en el análisis de la realidad, Mons. Argüello, presidente de la Conferencia Episcopal, animó a los participantes a vivir la fe desde el compromiso y la esperanza, para ofrecer una ‘antropología de comunión’, contagiar una forma de vivir, que es lo que puede ayudar a hacer brotar nuevas vocaciones, de todo tipo, en toda la Iglesia. También hizo un llamamiento a la comunión entre todos, a preocuparnos por “los que están tirados en el mundo” y, en momentos de desánimo, recordó, “acordémonos de quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde somos convocados. Duc in altum, a lo alto, a lo hondo, para responder a la pregunta, ¿para quién soy yo? Ya sabemos la respuesta: para el Señor en los hermanos”.

Me pareció percibir, entre los participantes, un chute de esperanza en los momentos actuales. No dejo de percibir una nueva realidad eclesial que está brotando. Una mayor conciencia de lo que somos, una mayor claridad de las propuestas que hacemos, un ánimo más esperanzado, aún en medio de las dificultades, en el porvenir. ¿Algo nuevo está brotando?

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