Una celebración simple y llena de alegría, así como son los niños de todo el mundo: así fue la I Jornada Mundial de los Niños, promovida por el papa Francisco, y realizada el fin de semana del 25 y 26 de mayo en Roma. En los dos momentos centrales del evento – el sábado por la tarde en el Estadio Olímpico y el domingo por la mañana en la Plaza de San Pedro– el Santo Padre dialogó con los más pequeños de manera afectuosa y sincera, encomendándoles la tarea de cultivar la amistad y la paz, cuidar de los pobres, los ancianos, los enfermos y el mundo entero.
Protagonismo infantil
El evento del Estadio Olímpico se abrió con un desfile de más de cien delegaciones –desde Afganistán hasta Zambia– que dio un sentido de la real universalidad de esta Jornada Mundial de los Niños, evento promovido por el Dicasterio vaticano para la Cultura y la Educación. La tarde continuó con momentos de entretenimiento musical, testimonios y deportes, con las actuaciones de cantantes consagrados y queridos por los niños, y los momentos de juego con grandes campeones del pasado reciente, un niño de cada continente contó su vida y sus preocupaciones.
Víctor, de trece años, de Belén, ve desde hace ocho meses el cielo ocupado por misiles y se pregunta: “¿Qué culpa tenemos nosotros los niños si nacimos en Belén, en Jerusalén o en Gaza?”. Eugenia, de Járkov en Ucrania, quiere la paz y no quiere que los niños escuchen las bombas caer y vean la muerte. Mila, de Nueva Zelanda, teme por el futuro del planeta debido al aumento de las inundaciones, al igual que Mateo de Buenos Aires, se dijo angustiado por los niños que están enfermos y no tienen qué comer.
A su llegada, el Papa, acogido con grandes ovaciones por parte de todos los presentes, exhortó a repetir “He aquí, yo hago nuevas todas las cosas”, el lema del encuentro, y se comportó como un verdadero animador con los más pequeños. “En vosotros, niños, todo habla de vida, de futuro. Y la Iglesia, que es madre, os acoge, os acompaña con ternura y con esperanza (…) Dios quiere esto, todo lo que no es nuevo pasa. Dios es novedad. Siempre el Señor nos da la novedad” afirmó, antes de recordar a todos que “¡Jesús los quiere mucho!”, y de invitar a los cincuenta mil presentes a recitar un Ave María “a la Mamá del Cielo”.
En el diálogo posterior con algunos representantes de los niños, el papa Francisco regaló sonrisas y contestó respuestas al alcance de todos. “¿Cómo se hace para amar a todos?”, preguntó Riccardo, un niño gitano de Scampia. Comencemos con amar a quienes están más cerca de nosotros, respondió el Papa, y luego sigamos adelante.
“Estoy feliz de estar con vosotros porque son alegres y tienen la alegría de la esperanza del futuro”, reiteró poco después el Papa, quien, si pudiera hacer un milagro, pediría que todos los niños tuvieran lo necesario para vivir, comer y asistir a la escuela, y que “todos fueran felices”, declaró respondiendo a una niña indonesia. Un niño de Nicaragua le preguntó por qué tantas personas no tienen una casa o un trabajo. “Es el fruto de la malicia, del egoísmo y de la guerra”, subrayó el Pontífice.
“¿Cómo se abre el corazón de los adultos?”, preguntó también Ido, de Corea del Sur, protagonista del corto La Casa de todos, representación del espíritu de la Jornada Mundial, en la que la niña encuentra a un indigente y lo lleva a la Basílica de San Pedro. Hay mucha gente cerrada “con el corazón duro, con el corazón que parece un muro”, observó el Papa. No es fácil, repite, pero vosotros, niños, advirtió el Papa, debéis tener esta esperanza de hacer cosas que hagan pensar a los adultos. “Debéis tocar las puertas de los adultos (…) y, de hecho, debéis también hacerlas a Dios. Vosotros, niños, podéis hacer una verdadera revolución con estas preguntas y con estas inquietudes”.
El pensamiento del papa Francisco se dirigió nuevamente a los ancianos, impulsado por la pregunta de Iolanda. “¡Vivan los abuelos!”, pidió gritar a los niños del Olímpico, después de recordar la importancia de visitarlos y de ir a verlos.
La Trinidad
Completada la primera sesión, los cincuenta mil participantes del Olímpico se reunieron en la Plaza de San Pedro para la Misa en la Solemnidad de la Santísima Trinidad, una celebración compuesta y cuidada, pero al mismo tiempo accesible para los más pequeños. El Pontífice ofreció primero una catequesis clara y animada, con la que resumió el gran misterio de la Trinidad en pocas palabras: el Padre nos creó, Jesús nos salvó, el Espíritu Santo “nos acompaña en la vida”, como hizo repetir una y otra vez a la asamblea, consciente de que de las tres personas de la Trinidad, precisamente el Espíritu Santo es el más difícil de conocer y comprender.
No faltaron menciones especiales a Jesús, “que perdona siempre… incluso al más grande de los pecadores”, y a María, la madre de todos. El Papa, finalmente, exhortó nuevamente a los pequeños a rezar, por la paz, por los padres, por los abuelos y por los niños enfermos. Y al final de la celebración, anunció que la Jornada Mundial de los Niños tendrá una segunda edición en septiembre de 2026.
Terminada la Misa, la fiesta concluyó con la recitación del Ángelus en la versión breve y la intervención del director y actor ganador del Oscar, Roberto Benigni, quien entre varias citas resumió bien el significado del evento al afirmar: “Tomen vuelo, tomen en sus manos su vida y háganla una obra maestra… Construyan un mundo mejor, háganlo más hermoso, ya que nosotros no lo hemos logrado”.
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