Artémides Zatti será santo

11 abril 2022

ANS / Daniel Díaz-Jiménez

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El actual beato Artémides Zatti, salesiano de Don Bosco, será declarado oficialmente en una fecha próxima como nuevo santo de la Iglesia Católica. Así lo reconoció el papa Francisco el pasado 9 de abril en el Vaticano.

El 9 de abril de 2022, el papa Francisco recibió en audiencia al Cardenal Marcello Semeraro, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. Durante la audiencia, el Sumo Pontífice autorizó a la misma Congregación a promulgar el Decreto relativo al milagro atribuido a la intercesión del Beato Artémides Zatti, salesiano coadjutor de la Sociedad Salesiana de San Juan Bosco; nacido el 12 de octubre de 1880 en Boretto (Italia) y fallecido el 15 de marzo de 1951 en Viedma (Argentina).

Con este acto del Santo Padre, se abre el camino para la canonización del beato Artémides Zatti. La fecha de la canonización será decidida por el Sumo Pontífice en el curso de un consistorio ordinario.

Biografía de Zatti

Artémides Zatti nació en Boretto, Reggio Emilia (Italia) el 12 de octubre de 1880. No tardó en experimentar la dureza del sacrificio, tanto que a los nueve años ya trabajaba como peón de campo. Obligada por la pobreza, la familia Zatti, a principios de 1897, emigró a Argentina y se instaló en Bahía Blanca. El joven Artémides empezó a frecuentar la parroquia dirigida por los salesianos, encontrando en el párroco, don Carlos Cavalli, hombre piadoso de extraordinaria bondad, a su director espiritual. Fue él quien lo orientó hacia la vida salesiana. Tenía 20 años cuando ingresó al aspirantado de Bernal.

Asistiendo a un joven sacerdote con tuberculosis, contrajo la enfermedad. El interés paterno de Don Cavalli –que lo seguía de lejos– llevó a elegir para él la Casa Salesiana de Viedma donde había un clima más propicio y, sobre todo, un hospital misionero con un gran enfermero salesiano, que prácticamente hacía de “médico”: don Evasio Garrone. Este último invitó a Artémides a rezar a María Auxiliadora para obtener la curación, sugiriéndole que hiciera una promesa: “Si ella te cura, te dedicarás a estos enfermos toda tu vida”. Artémides aceptó e hizo la promesa y sanó contra todo pronóstico. Entonces dijo: “Creí, prometí, sané”. Su camino estaba trazado y lo tomó con entusiasmo. Aceptó con humildad y docilidad el no pequeño sufrimiento de la renuncia al sacerdocio. Hizo su primera profesión como salesiano el 11 de enero de 1908 y la profesión perpetua el 8 de febrero de 1911. Así, sería salesiano coadjutor hasta su último día de vida.

De acuerdo con la promesa hecha a la Virgen María, se dedicó por entero al hospital, ocupándose inicialmente de la farmacia contigua, pero luego, cuando don Garrone murió en 1913, toda la responsabilidad del hospital recayó sobre sus hombros. De hecho, llegó a ser subdirector, administrador, experto enfermero, apreciado por todos los enfermos y por los propios trabajadores de la salud que le fueron dejando cada vez más libertad de acción.

Su servicio no se limitó al hospital, sino que se extendió a toda la ciudad de Viedma, y aún más allá, a otras localidades ubicadas a orillas del río Negro, entre ellas, Carmen de Patagones. En caso de necesidad se movía a cualquier hora del día o de la noche, con cualquier clima, llegando a las casuchas de los arrabales y haciéndolo todo gratis. Su fama de santo enfermero se extendió por todo el Sur y así le llegaban enfermos de toda la Patagonia. No era raro que los enfermos prefirieran la visita del santo enfermero antes que la de los médicos.

Artémides Zatti amaba a sus pacientes de una manera verdaderamente conmovedora. Veía en ellos al mismo Jesús, al punto que, cuando pedía a alguna religiosa ropa para un niño recién llegado, decía: “Hermana, ¿tendrá usted ropa para un Jesús de 12 años?”. La atención a sus pacientes era tal que llegaba a matices delicados. Hay quienes recuerdan haberlo visto llevar a sus espaldas el ataúd, el cuerpo de un enfermo muerto durante la noche, para apartarlo de la vista de los demás enfermos: y lo hacía recitando el De profundis.

Fiel al espíritu salesiano y al lema legado por Don Bosco a sus hijos: “trabajo y templanza”, llevó a cabo una actividad prodigiosa con habitual disposición de ánimo, con heroico espíritu de sacrificio, con absoluto desapego de toda satisfacción personal, sin jamás tomar vacaciones o algún reposo. Algunos han dicho que los únicos cinco días de descanso que tuvo, fueron los que pasó… ¡en la cárcel! Sí, también conoció la prisión por la fuga de un preso ingresado en el hospital, fuga atribuida a Zatti. Fue liberado absuelto y su regreso a casa fue un triunfo.

Fue un hombre de fácil relación humana, con una visible carga de simpatía, feliz de poder entretenerse con gente humilde. Pero fue, sobre todo, un hombre de Dios, lo irradiaba. Un médico de hospital bastante incrédulo dirá: “Cuando veía al salesiano Zatti mi incredulidad vacilaba”. Y otro: “Creo en Dios desde que conozco al salesiano Zatti”.

En 1950 el infatigable enfermero cayó de una escalera y fue, en esa ocasión, cuando se manifestaron los síntomas de un cáncer que él mismo diagnosticó lúcidamente. Sin embargo, siguió asistiendo a su misión un año más, hasta que después de grandes sufrimientos por él aceptados, murió el 15 de marzo de 1951 en plena conciencia, rodeado del cariño y agradecimiento de todo un pueblo.

Fue declarado Venerable el 7 de julio de 1997 y beatificado por San Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro el 14 de abril de 2002.

Carta del Rector Mayor

El mismo día de la noticia, el Rector Mayor de la Congregación Salesiana, don Ángel Fernández Artime, hizo pública una carta en la que mostraba su inmensa alegría por la noticia de la futura canonización del salesiano Artémides Zatti.

“Estamos profundamente agradecidos a Dios y al Santo Padre Francisco. En la Familia Salesiana, en la Iglesia argentina, en particular, la diócesis de Viedma, en Italia, en Boretto, su pueblo natal, y en la diócesis de Reggio Emila se respira hoy un clima de gran entusiasmo”, comentaba en su carta el Rector Mayor.

En cuatro puntos, don Ángel destacó la importancia de la figura de Artémides Zatti para la Congregación Salesiana y para toda la Iglesia de Dios.

En un primer punto, el Rector Mayor destacó que un rasgo de Zatti fue el de “testimonio de la esperanza”. Ante las duras pruebas de la vida, él descubrió en la Cruz la gran oportunidad de renacer a una vida nueva. “Esta noticia es un mensaje y una semilla de esperanza para el tiempo dramático que estamos viviendo, marcado por la pandemia y, sobre todo, por tantas guerras, particularmente la de Ucrania, que traen muerte, dolor y destrucción. Artémides Zatti nos anima a vivir la esperanza como virtud y como actitud de vida en Dios”, escribía.

En su segundo punto, don Ángel subrayó de don Zatti que fue “amigo de los pobres”. Consagró su vida a Dios al servicio de los enfermos, de los pobres, como responsable del hospital San José de Viedma (Argentina). Trataba a cada uno de sus enfermos, indistintamente de su condición social u económica, con la misma ternura con la que habría tratado al mismo Jesús, siendo un buen samaritano de su tiempo y lugar. “Con su recta actitud nos restituye una visión salesiana de ‘saber permanecer’ en nuestra tierra de misión para iluminar a quien corre el riesgo de perder la esperanza; para fortalecer la fe de quien se siente desfallecer; para ser signo del amor de Dios cuando ‘parece’ que ha estado ausente de la vida cada día”, añadía don Ángel.

Como tercer rasgo que caracterizó la vida de Artémides Zatti para el Rector Mayor fue la de Salesiano Coadjutor, como una invitación a proponer a los jóvenes el encanto de la vida consagrada, el seguimiento a Cristo, la visa fraterna en comunidad o la entrega en la misión. “La vocación del salesiano coadjutor forma parte de la fisonomía que Don Bosco quiso dar a la Congregación Salesiana. Es una vocación que no es fácil de discernir y aceptar; florece más fácilmente donde se promueven entre los jóvenes las vocaciones apostólicas laicas y se les ofrece un gozoso y entusiasta testimonio de consagración religiosa, como el de Artémides Zatti”, comentaba el X Sucesor de Don Bosco.

Como último punto destacado, el Rector Mayor bendecía la santidad de Zatti recordando un apartado de los frutos recogidos en el Concilio Vaticano II: “Todos los fieles de cualquier estado y condición están llamados por el Señor, cada uno por su camino, a una santidad, cuya perfección es la misma del Padre celestial”. Don Ángel escribía diciendo que “tanto Francisco de Sales como Don Bosco y Artémides Zatti hacen de la vida cotidiana una expresión del amor de Dios, que es recibido y también correspondido. Nuestros santos han querido acercar la relación con Dios a la vida y la vida a la relación con Dios. Es la propuesta de la ‘santidad de la puerta de al lado’ o la ‘clase media de santidad’, de la que el papa Francisco nos habla con tanto afecto”.

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