Es la primera vez que participo en unos Ejercicios Espirituales de más de dos días. Tampoco había estado en un monasterio alojado y participando de la vida comunitaria de los monjes…oración con ellos antes de cada comida, silencio en el comedor, recogimiento, complicidad, historia y arte en cada rincón del monasterio, rodeados de naturaleza, …¿qué podría salir mal?
Desde el primer momento, Nieves Reboso, FMA, que nos ha predicado los Ejercicios, nos advirtió de que todo lo que ocurriese en estos días dependería de nuestro dejarnos hacer por el Espíritu. En el grupo éramos con Nieves, 14 SSCC, 2 aspirantes y 11 SDB, la mayoría “veteranos” de Buenafuente del Sistal. Orígenes y realidades diferentes, pero una sola familia desde el primer momento.
Novedad era que los predicase una mujer y también que los plantease desde los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola. Ya nos aclaró acertadamente Nieves que, igual que el sistema preventivo de Don Bosco es un don para toda la iglesia, los Ejercicios de San Ignacio son también riqueza y don para todos. Aun así, desde una profundidad teológica encomiable y una sencillez meridiana, Nieves les ha dado su toque de espiritualidad salesiana y, cuando sin darse cuenta, se dirigía a “nosotras” en femenino, gestos de sorpresa y sonrisas cómplices afloraban espontáneamente.
Dos meditaciones diarias, al comienzo de la mañana y de la tarde, tiempo de reflexión y oración personal, paseos por el claustro, por el entorno del monasterio, celebración de misa cantada con el pueblo el domingo, visita guiada al monasterio, encuentro-diálogo con la comunidad, nos han ocupado estos cinco días, pero lo que nos ha llenado es el quehacer del Espíritu en cada uno de nosotros y de nosotras. En distinta medida y con distintas profundidades, cada día también poníamos en común la experiencia vivida después de la cena con reflexiones de alto nivel teológico por parte de algunos, otras más sencillas, aprendiendo y constatando sintonía y matices que nos enriquecían a todos. También, antes de acostarnos, charlábamos en tono informal, degustando productos típicos de nuestros lugares de origen.
Ha sido una experiencia personal, comunitaria y de Asociación que recomiendo encarecidamente, vivencia única de Familia Salesiana como la había soñado Don Bosco, consagrados y laicos unidos a un mismo Carisma y con una misma misión desde el seguimiento de Jesús que nos ha llamado y enviado para llegar a todos sirviéndose de los que queremos ser testimonio creíble y reconocible de su amor compasivo a través de nuestra entrega sincera.
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