Por James y el equipo Buzzetti de Granada
Mi nombre es James y soy de Sudán del Sur. Mucha gente no conoce mi país, pero sí, es un país independiente de Sudán. Para mí es muy importante decir esto, porque mi país está en guerra desde que tengo recuerdos y muy poca gente lo sabe. También me gusta decir que soy Denka, de la etnia más alta del mundo, estoy muy orgulloso.
Sudán del Sur está destruido, no hay posibilidad de ir a la escuela ni de que te atienda un médico. Siempre me recuerdo corriendo, con miedo y huyendo de ataques, ya que el país está dividido internamente y cada pueblo se encuentra en conflicto con el resto. No hay agua, no hay comida ni hay trabajo. Cuento esto porque hace falta mucha ayuda. Recuerdo que en los últimos años empezaron a venir ONGs de ayuda humanitaria y, al menos, nos ayudaban para conseguir agua.
En 2017, a la edad de doce años decidí salir del país, siendo apenas un niño y sin la compañía de ningún familiar, solo. Buscaba un futuro más seguro. Crucé la frontera hacia Sudán y ahí comencé a darme cuenta de que mi persona iba a tener problemas por el hecho de ser de Sudán del Sur y pertenecer a una religión minoritaria en algunos países. Tuve que cambiar de nombre y ocultar mi espiritualidad para sobrevivir durante años. Atravesé varios países, incluyendo Sudán, Chad, Libia, Argelia y Marruecos. Han sido años muy difíciles, he pasado mucho miedo y me recuerdo siempre huyendo, corriendo y durmiendo debajo de los árboles.
Cuando llegué a Marruecos vi un dibujo en una casa que reconocí: unas manos azules, la imagen de ACNUR. Esta organización es una de las que nos ayudaba en mi país. Entré, expliqué que era de Sudán del Sur y me dijeron que tranquilo, que estaba en un lugar seguro y, después de años, pude pronunciar mi nombre real. Yo no sabía nada de Europa, ni siquiera conocía esa palabra, pero me informaron de que había lugares donde podría solicitar protección.
La valla de Ceuta es un lugar que tendré en mi memoria para siempre. Hasta tres veces intenté entrar en España para solicitar Protección Internacional. Por fin se hizo posible y hoy, España me ha reconocido la Protección. Estoy muy agradecido, es la primera vez que me encuentro tranquilo y seguro en un lugar. Ni en mi país estaba tranquilo y mucho menos por el camino hasta llegar aquí. Gracias a Dios, gracias a este país que me acoge.
Ahora vivo en Granada, en un piso de la Fundación Don Bosco que se llama «Don Calosso». Hace 8 meses que estoy aquí, llegué sin saber leer ni escribir y, ahora, cada día puedo hablar más y mejor. Mi corazón está muy contento, la Fundación Don Bosco es mi familia, es mi casa, es donde puedo ser James. Gracias a Dios por poner a Don Bosco en mi vida.
En el futuro no sé dónde estaré, me gustaría tener la nacionalidad. Me encantaría trabajar en un CETI, donde pudiera ayudar a las personas que llegan como yo. Viviré donde pueda tener un trabajo pero a la Fundación Don Bosco no la puedo olvidar. Siempre volveré a Granada para verles. Ahora quiero aprender mucho más el idioma, porque estoy preparando una canción de agradecimiento a la Fundación.
Gracias, porque siempre tratáis a todos igual, no preguntáis de dónde somos ni qué Dios tenemos. Somos todos jóvenes de Don Bosco y esto para mí es lo más importante. Antes de conocer a Don Bosco estaba solo, ahora ya no.
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