“La situación ahora en Goma es más bien de calma dentro de la asfixia que se siente al estar bloqueadas las vías de apoyo de aprovisionamiento», afirma Domingo de la Hera, salesiano coadjutor, natural de Burgos. Tras más de 45 años en República Democrática del Congo, está experimentando las consecuencias de la actividad de grupos armados, que pretenden extraer el valioso coltán de las minas del país. Goma es una ciudad de 160.000 habitantes, situada al este de República Democrática del Congo, en la frontera con Ruanda y a 90 kilómetros de Uganda.
Las recientes incursiones, que cumpliran “3 años en octubre, sin ver el final”, han producido cerca de un millón de desplazados que “abandonaron su tierra con lo puesto”. Muchos de ellos se instalaron en los campos de alrededor de la ciudad de Goma o en la casa de algún familiar. “En los centros de deporte de nuestro centro Don Bosco, se han instalado entre 4.000 y 4.500 familias, algo más de 30.000 personas en un campo más bien pequeño, lo que dan de sí 3 campos de fútbol”, apuntaba el salesiano.
En un campo de refugiados
La vida en un campo de refugiados es “una situación inédita y tiene mucho de instructivo”, mezclándose varias actitudes. El desconcierto de los adultos se une a su empeño y “actividad incansable, sobre todo de las mujeres, para conservar la vida de la familia”, sin olvidar agradecer lo que se hace por ellos “a los que consideran enviados de Dios”. Mientras tanto, los niños, con su inocente alegría y normalidad, parecen estar al margen de la realidad.
De la Hera continuaba relatando que se sintió “muy bien acogido”, considerándose “tan congoleño como español” tras casi medio siglo en el país africano. “Cuando se presentó esta emergencia, no se hizo más que responder a la urgencia lo mejor que se pudo”, sentenciaba.
Una vez reunidos para organizar la respuesta, tocaron las puertas de “autoridades, organizaciones internacionales y bienhechores” para poder cubrir las primeras necesidades de los desplazados: agua, alimentos, instalaciones sanitarias y organización interna.
“En el plano sanitario, aparecieron casos de cólera”, reveló el salesiano. Médicos Sin Fronteras se hizo cargo rápidamente, superando la epidemia tras pocas semanas. “Por el resto, nuestro dispensario se hace cargo de los primeros auxilios, medicamentos y otros medios”, proseguía Domingo de la Hera. Los casos de mayor gravedad son llevados al hospital de la ciudad. “Por supuesto que hay un índice de mortalidad superior al de la población normal”, comentaba.
En lo referido al alimento, se realiza un plan semanal, en el que un grupo de 500 niños y algunas madres, “los más vulnerables”, reciben un refuerzo alimenticio. “La siguiente semana se cambia de sector, hasta que pasa todo el campo”, decía. Además, periódicamente, “según el stock existente”, se dota a los refugiados de un kit de supervivencia.
Ante la incertidumbre de saber hasta cuándo se extenderá su estancia en el campo de refugiados, también hay un plan para los estudiantes. “Para que los alumnos de los últimos años de primaria y secundaria no pierdan lo ya conseguido”, se han reforzado el número de aulas y de maestros, haciendo que el centro Don Bosco continúe su funcionamiento con la actividad habitual.
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