Soy salesiano pero soy también bororo

9 abril 2024

​Mis queridos amigos y amigas del Boletín Salesiano: os saludo desde Meruri, en el estado de Mato Grosso do Sul. Estoy escribiendo este saludo casi como si fuera una crónica periodística, porque hace 24 horas que llegué en medio de este pueblo.

Pero mis hermanos salesianos llegaron hace 122 años y desde entonces, de modo continuado, estamos en esta misión en medio de la selva y de campos, acompañando la vida de este pueblo indígena.

Fue en el 1976 cuando a un salesiano y a un indio les fue robada la vida con dos disparos de arma de fuego (a causa de ‘facendeiros’ o grandes propietarios), porque sentían que los salesianos de la misión estaban siendo un problema para que ellos pudieran hacerse con más propiedades en estas tierras que pertenecen al pueblo Boi-Bororo. Se trata de los siervos de Dios Rodolfo Lunkenbein, salesiano, y el indio Simao Bororo.

Y aquí pudimos vivir ayer muchos momentos sencillos: fuimos recibidos por la comunidad indígena a nuestra llegada, saludamos –sin prisa–, pues aquí todo es tranquilo. Celebramos la eucaristía dominical, compartimos todos el arroz y la ‘feijoada’ o faglioli, y conversamos en momentos varios.

En la tarde me tenían preparado un encuentro con los líderes de las diversas comunidades; estaban presentes algunas de las caciques (pues en varias aldeas es la mujer quien tiene la autoridad última). Charlamos. Me hicieron sus reflexiones y me presentaron algunas necesidades. Y en uno de estos momentos un joven salesiano boi bororo tomó la palabra. Él es el primer bororo que llega a ser salesiano después de 122 años juntos. Y esto nos habla también de la necesidad de dar tiempo a todo; las cosas no son como nosotros pensamos y queremos en nuestro mundo eficientista y pragmático de hoy.

Y este joven salesiano habló así ante su gente, su pueblo y sus líderes o autoridades: “Yo soy salesiano pero también soy Bororo; yo soy Bororo pero también soy salesiano, y lo más importante para mí que nací en este mismo lugar, que conocí a los misioneros, que escuché hablar de los dos mártires, Padre Rodolfo y Simao, y vi crecer a mi pueblo y a mi gente, gracias a que mi pueblo caminó junto con la misión salesiana y la misión caminó con mi pueblo. Sigue siendo lo más importante para nosotros, hacer camino juntos.

Pensé por un momento cómo se sentiría orgulloso y feliz al escuchar a uno de sus hijos salesianos miembro de este pueblo (al igual que otros salesianos que vienen del pueblo Xavante, o de los Yanomani). Y al mismo tiempo les aseguré en mi intervención que queremos seguir caminando a su lado, que queremos que hagan todo lo que puedan para seguir cuidando y salvando su cultura –y su lengua–, contando con toda nuestra ayuda. Les dije que estaba convencido de que nuestra presencia les ayudaba pero también estoy convencido de cuantísimo bien nos hace estar con ellos.

Cuestión de carisma

Desde el inicio de nuestro camino como Congregación, Don Bosco envió a los primeros misioneros a Argentina. Somos una Congregación reconocida con el carisma de la educación y evangelización de los jóvenes, pero también somos una congregación y una familia muy misionera. Desde el inicio hasta hoy han sido más de once mil los misioneros salesianos sdb y varios miles las hermanas Hijas de María Auxiliadora. Y hoy, nuestra presencia entre este pueblo indígena, que tiene 1940 miembros y que sigue creciendo poco a poco, tiene pleno sentido después de 122 años, porque ellos son los que están en la periferia del mundo, pero un mundo que a veces no entiende que tiene que respetar lo que son.

Hablé también con la matriarca, la más anciana de todos ellos que vino a saludarme y a hablarme de su pueblo. Y después de una buena tormenta de lluvia torrencial, en el lugar del martirio, con mucha serenidad, nos sentamos a rezar el rosario en una bella noche (pues ya había oscurecido) de domingo. Estábamos muchos que representábamos la realidad de esta misión: abuelas, abuelos, adultos, mamás jóvenes, bebés, niños pequeños, religiosos consagrados, laicos… Toda una riqueza en la simplicidad de esta pequeña partecita del mundo que no tiene ninguna fuerza, pero que son también elegidos del Señor como nos dice en el evangelio.

Y sé que así seguiremos, si Dios lo permite, por muchos años, puesto que se puede ser bororo e Hijo de Don Bosco, y ser hijo de Don Bosco y bororo que ama y cuida a su pueblo y a su gente.

En la sencillez de este encuentro, hoy es un gran día para la vida compartida con los pueblos indígenas. Un gran día misionero.

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