Juan, el apóstol joven de Jesús

13 marzo 2018

KOLDO GUTIÉRREZ

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El proceso sinodal en el que estamos ya metidos, y que nos llevará hasta el Sínodo de los jóvenes, propone la figura del evangelista san Juan como icono bíblico. ¿Cómo puede iluminar san Juan evangelista a los jóvenes y a la pastoral juvenil?

Muchos documentos eclesiales tienen como inspiración un icono bíblico. El proceso sinodal en el que estamos ya metidos, y que nos llevará hasta el Sínodo de los jóvenes, propone la figura del evangelista san Juan como icono bíblico. ¿Cómo puede iluminar san Juan evangelista a los jóvenes y a la pastoral juvenil?

El apóstol joven de Jesús

El próximo Sínodo tiene como objeto de su reflexión los jóvenes y la pastoral juvenil en el mundo de hoy. Es interesante recordar que la tradición de la Iglesia afirma que de entre los discípulos de Jesús había uno que era joven: Juan. ¿Quién era este apóstol joven? Juan era hijo de Zebedeo y hermano de Santiago; parece ser que tuvo una vida larga; y acogió en su casa a María la madre de Jesús después de la resurrección del Señor.

Juan fue uno de los discípulos de la primera hora. Podemos recordar que el evangelio presenta a Jesús recorriendo los caminos de palestina anunciando la Buena Nueva acompañado por algunos apóstoles, uno de ellos era Juan. El hecho de que por lo menos uno de los discípulos de Jesús fuera joven es un dato muy estimulante para la pastoral juvenil. Hoy también hay jóvenes que quieren seguir a Jesús y, por eso, el evangelista san Juan puede ser un modelo de vida cristiana para los jóvenes.

Todo comienza con un encuentro

Hace unos años, el papa Benedicto XVI, al escribir su primera encíclica “Deus Caritas est”, decía de manera bella: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”.

La vida cristiana comienza con un encuentro. Lo vemos claramente en san Juan quien presenta en su evangelio distintos encuentros de Jesús con algunas personas. Todos estos encuentros abren a la fe. Al comienzo del relato evangélico, san Juan cuenta el encuentro de dos discípulos del bautista con Jesús, después el encuentro con el judío Nicodemo, más adelante el encuentro de una mujer samaritana. Todo comienza con un encuentro. Y además hay historias que son contadas para que se produzca un encuentro. San Juan quiere hacer ver que encontrarse con Jesús ensancha el horizonte vital, inunda la vida de alegría, lleva a la fe.

El discípulo amado

Juan es conocido como el discípulo amado de Jesús. Él es quien reposó su rostro sobre Jesús en la última cena en un gesto de gran intimidad; quien se mantuvo firme bajo la cruz en una Iglesia que acoge a la madre de Jesús; quien, esta vez junto a Pedro, por indicación de María Magdalena corre al sepulcro vacío, donde ve las vendas y el sudario, para que el discípulo amado crea. El discípulo amado permanece en la Iglesia como testigo de la escuela del amor. La espiritualidad cristiana propone acercarse a Jesús a través del camino del amor. Este camino es un potente foco de luz que ilumina la vida cristiana y de manera particular la pastoral juvenil.

El camino de la fe

Acabamos de recordarlo. Es en la resurrección cuando el evangelista dice que el discípulo amado “vio y creyó”. Por lo visto, también el apóstol Juan tuvo que recorrer un camino hasta llegar a la fe. Que la fe pueda verse como un camino que vamos haciendo a lo largo de la vida está atestiguado por experiencia cotidiana de todos nosotros, lo vemos en la pastoral juvenil que propone itinerarios de educación en la fe.

“No hay ninguna experiencia humana, ningún itinerario del hombre hacia Dios, que no pueda ser integrado, iluminado y purificado por esta luz. Cuanto más se sumerge el cristiano en la aureola de la luz de Cristo, tanto más es capaz de entender y acompañar el camino de los hombres hacia Dios” (LF 35).

Un discernimiento interior

Si uno de los pilares del próximo Sínodo está en la fe, otro lo encontramos en el discernimiento. El mismo documento preparatorio para el próximo Sínodo dice: “La figura de Juan nos puede ayudar a comprender la experiencia vocacional como un proceso progresivo de discernimiento interior y de maduración de la fe, que conduce a descubrir la alegría del amor y la vida en plenitud en la entrega y en la participación en el anuncio de la Buena Noticia”.

Koldo Gutiérrez, sdb

Delegado Nacional de Pastoral Juvenil

TESTIMONIO JUVENIL

¿Qué piden concretamente hoy los jóvenes a la Iglesia?

Recién pasadas las navidades, con la tradicional Noche de Reyes, y por mi trabajo con adolescentes, se puede decir que, en esta “ciencia” de pedir, los niños y los adolescentes nos llevan la delantera. Son unos verdaderos maestros.

A mí, como a todos, me ocurrió que al crecer, perdí esa valentía a la hora de pedir. Quizá por miedo a exigir demasiado, quizá por miedo a no responder a esa exigencia…

Hoy nos llega la noticia del Sínodo sobre los Jóvenes. La Iglesia nos quiere sentar en sus rodillas, y preguntarnos: Joven, ¿qué necesitas de mí?

Responder es un ejercicio difícil, para los que ya no somos tan niños. Para saber lo que uno ha de pedir, primero ha de saber lo que quiere, y los jóvenes… no sabemos tanto.

Sin embargo, en la vida de todo joven, como en la mía, hay un deseo que siempre queremos ver cumplido. Sentirnos queridos, valorados… sentir que somos los preferidos. Una Iglesia que nos haga sentirnos “los preferidos de Dios”. Que nos posibilite experimentar esa exclusividad que proporciona el encuentro con Jesús. Escuchar la Buena Noticia y pensar que se cumple en tu vida, nos abre el corazón a todos los jóvenes como no lo hace nada más.

Necesito una Iglesia con vocación renovada de ser altavoz y guía. A la Iglesia le pido que grite al mundo la Verdad que permanece. Las opciones, modelos, opiniones, posturas, estilos de vida, criterios… son miles, y las vemos plasmadas en todas partes. Ante eso, necesito escuchar un mensaje que aspire a quedarse, que no sea efímero, que no me lleve como un huracán de un lado para el otro. La sabiduría que la Iglesia proporciona me ha dado peso, me ha dado garantía.

Necesito de la Iglesia que siga mostrándose tan humana y tan de Dios como la conocí. La conocí siendo un niño, me permitió idealizarla y luego criticarla y juzgarla, y luego me ha permitido unirme a su camino hacia los pobres, hacia los retos, hacia las injusticias. Necesito oír que la Iglesia sigue pidiendo ayuda y sacando de donde no hay, que siga mirando a la sociedad con esperanza. Que siga contando con los jóvenes orgullosos como yo para construir el futuro, que siga dejando hacer a Dios en el mundo, que lo siga dejando hablar.

Necesito una Iglesia que, a su manera, maternal, ¿imperfecta? siga esforzándose por contarle al mundo cómo es Dios con nosotros.

Pablo Planells

Consulta el Boletín Salesiano en su web: http://www.boletin-salesiano.com

 

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