El Líbano, país ya consternado desde hace varios meses por una gravísima crisis socio-política y económico-financiera, agravada posteriormente por la pandemia de la COVID-19, sufrió, este martes 4 de agosto, una enorme catástrofe, con la explosión de 2.500 toneladas de nitrato amónico depositado incautamente en un depósito del puerto de Beirut, después de haber sido requisado tiempo atrás a un buque de carga.
Los salesianos presentes en el país con dos obras –Al Fidar, en la costa y El Housson, en una montaña en el interior, ambas a unos treinta kilómetros de Beirut- no tuvieron víctimas ni daños directos, pero sufren con toda la población por la enésima catástrofe que golpea a la población.
La explosión en Beirut causó al menos 137 muertos y unos 5.000 heridos. La onda expansiva se extendió más de 10 kilómetros destruyendo o dañando gravemente hospitales, lugares de culto, edificios públicos y habitaciones privadas, además de las naves que estaban en el puerto o ensenada. Se estima que unas 300.000 personas hayan perdido la casa y los daños materiales se calculan en miles de millones de euros.
Uno de los hijos de Don Bosco presente en el país libanés declaró: “Si bien hasta ahora no resultan víctimas salesianas entre nuestros conocidos, lamentamos los heridos y los daños más o menos importantes en muchas casas de familiares y amigos. La casa familiar del hermano libanés, Dany El-Hayek, sufrió graves daños, pero, por fortuna, sus padres se encontraban en la montaña», dijo.
El salesiano añadió que «los refugiados sirios e iraquíes residentes en Beirut y de quienes nos ocupamos, nos señalan no solamente daños materiales en sus habitaciones, sino particularmente el choque psicológico sufrido por ellos y sus hijos. Ellos partieron de su país para huir de la guerra, ahora se encuentran en un país en crisis y en situación de gravísimo malestar”.
El Líbano, de hecho, no logra ocuparse ni siquiera de sus ciudadanos y ahora se encuentra de repente con la capital devastada, después de 30 años de lenta y fatigosa reconstrucción tras la guerra civil. Las autoridades civiles y religiosas del país están haciendo llamados al mundo entero. “El Líbano merece de sus hermanos y amigos el apoyo necesario para reconstruir su capital”, declaró en un comunicado el patriarca maronita del Líbano, Bechara Boutros Rai.
La crisis, ya grave, se vuelve absolutamente insostenible y las consecuencias no se pueden prever, o si preferimos, se puede prever que serán peores.
En esta situación los Salesianos intentan contribuir ofreciendo una mirada de esperanza y haciendo un llamado a la solidaridad internacional: “Si muchos elevan un grito de desesperación y rabia por la inconsciencia de demasiados políticos y funcionarios, entre las cuales están las autoridades del puerto de Beirut, a las que se atribuye la responsabilidad de la catástrofe del martes, nosotros lanzamos un grito de esperanza, mirando especialmente a los jóvenes libaneses, llenos de recursos y espíritu de iniciativa. Nos sentimos cercanos a ellos y preocupados de su futuro. Solicitamos ayuda, sea para ellos o para los refugiados sirios e iraquíes de quienes nos ocupamos», concluyó el salesiano libanés.
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